miércoles, 24 de marzo de 2010

Abrirles la cabeza-


El otro día fue la selectividad para los de septiembre y da pena ver lo poco en serio que se toman los alumnos ese reto, unos con fatalismo, otros con desanimo y los más diciendo- en plan guasa- que qué más da, si al final los licenciados, engrosas las listas del paro.

Si les pasáramos a estos chicos el informe sobre escolarización y posibilidades futuras de los niños que empiezan, lo mismo se les abrían un poco los ojos respecto a las posibilidades-muchas- de terminar sus estudios y no abandonarlos, que tiene un niño en cuyo hogar sus progenitores hayan estudiado, no les digo nada si incluye estudios superiores y además hay un afán de mejorar y adelantar en la vida. Porque lo que está claro es que dependemos de un entorno social, de una familia que nos impulsa o nos manda a freír espárragos y que de ella mamamos nuestra fuerza o nuestro desanimo

. Quizás si nos diéramos cuenta de lo que importan las pequeñas cosas que hacemos cada día o las decisiones que tomamos, la selectividad no nos parecería una prueba más, sino un reto, una puerta de entrada que tenemos que dejar abierta, desde preescolar, entre padres , profesores y alumnos, porque cuando una madre te dice a la puerta del colegio, con muy mala baba…”hija, no agobies mas a los chiquillos que aquí vienen a jugar” , a tu despedida a tus hijos de “ sed buenos, obedeced al profesor y estudiar”, lo único que consigue es que sus hijos no lleguen ni a terminar la secundaria, eso con suerte, que se les permite repetir, repetir y tripitir.

Y es que este empeño de ser padre, madre o alumno entregado, de ser profesor o querer enseñar, nadie dijo que fuera fácil, ni admirado , ni entendido por la mayoría, pero sí que tiene sus frutos, quizás al cabo de los años, de mucho sacrificar y morderte los labios y ver a gente que trabaja en contratos basura, pero que te pasea su moto a plazos por delante de tus narices sin un euro , comidas las pestañas de tanto estudiar, cuando finalmente sacas plaza o te colocas en aquello que tanto soñaste y te dice el de la moto:

-No tío o tía, si yo ya sabía que tú ibas a llegar.

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