jueves, 17 de noviembre de 2011

EL NÚMERO DE AVOGADRO

Estamos en una época en que los niños deciden casi todo, con mohines y discusiones, con plantones y rabietas; Tiempos, en los que decidimos la maternidad con un golpe de camilla, piernas alzadas , mientras un reloj biológico nos imprime el carácter que nos falta.

Un día miramos la cara de un bebé y nos damos cuenta de que el arroz se nos ha pasado y si tenemos suerte las habitaciones de nuestra casa, decoradas con tonos rosas, amarillos y azulados , están llenas y si no , nos conformamos con decir que nuestra vida es mucho- infinitamente-mejor sin ellos y seguramente tendremos muchísima razón, porque los niños te dinamitan la vida, cambian tus posiciones de norte a sur y te convierten en un ser a medias entre amargado y esperanzado.

Lo peor no es verlos crecer, sino no hacerlo, reconocerlos en un cuerpo adulto de mente infantil que no prospera, eterno Peter Pan o Wendy , en el país del nunca jamás te dejarán cruzar las puertas de la universidad o nunca jamás tendrás otro novio que el compañero de centro, con la misma discapacidad congénita que tú.

Es duro verlos cumplir años porque nos hacemos viejos egoístas apegados a la vida, duro apagar las velas y ver pasar la edad de las cosquillas, la edad de que se meten en tu cama los domingos por la mañana, la edad en que eres su mejor amiga y confidente y la detestable edad en que sus sueños interfieren de pleno con los tuyos y se convierten en pura basura de mirar relojes , chillar y pelearse por todo, lobos de camada nueva con dientes afilados , que al viejo le hacen la vida una miseria.

El número de avogadro nos da la configuración exacta, la resolución de porqué lo hicimos y por qué nos detestamos tanto cuando nos miramos al espejo, de ese aliento fétido de por las mañanas antes de pasarnos el cepillo por los dientes , de esa sonrisa triste que nos cuelga de los labios o la forma tan tonta que tenemos de confiar en a gente , para que nos den buenas patadas en el culo.

Sin embargo, el numero de avogadro no nos da las claves para saber a quién invitar al cumpleaños de los niños, porque son muy difíciles de adivinar, más aún para los que nacemos lerdos y con las zapatillas cambiadas.

Por alguna norma no escrita los niños deben celebrar su cumpleaños, es más te lo exigen como si fuera algo inexorable como la muerte o la gordura que te sube por las venas cuando te comes un bollycao. Es exactamente igual que pasar por un Mac Donald e intentar hacer como que no lo has visto, porque será una cuestión de vida o muerte , pero los niños se colapsan, sus caras se transfiguran y como en la invasión de los ultracuerpos quedan rígidos y con el dedo enhiesto , en busca del logotipo del payaso, indicándolo con ojos enfebrecidos y ausentes de toda la realidad circundante , hasta que dices” no , ahora no” o “hoy no”, frases no acertadas , porque en el coche o en el paseo , estalla la calma y se abaten las alas de los demonios campantes y los niños se transmutan de nuevo , pero para algo mucho peor , que tiene que ver mucho con el crujir de dientes y el derramar lágrimas de fuego.

Los cumpleaños infantiles son una ciencia inexacta donde te invitan si les da la gana, aunque no invites tú, o no te invitan aunque invites tú o te invitan porque invitaste y no te invitan porque no invitaste, de forma que no hay nada escrito a donde acogerte, ni norma ninguna que rija tan estrambótica celebración, por lo que el numero de avogadro, no nos echa un cable y nos vemos campando –solos- con listas en las manos, haciendo cábalas de a quién invitar y a quién no, con gastos reducidos que nos llevan de cabeza, niños pidones y gente que se enfada por lo menos principal de todo , que no es celebrar la vida y que esta sigue con nosotros para montarnos en la montaña rusa del mañana, sino que su engendro esté en la lista, aunque muerda, rabie o jorobe a todo ser viviente de dos patas, porque en su caso , el numero de avogadro no rige igual que en el de los demás.

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